Cada miércoles por la mañana visitamos a las personas que viven en el leprosario. Todas tienen alguna amputación, si no es en la mano, es en el pie, o en la pierna. Ante el primer encuentro me pregunté cómo voy a hacer para poder mirar los corazones y no pensar inmediatamente en lo que tuvo que vivir cada una de ellas, cómo hacer para acompañar a estas personas y ser ese amigo que no tienen, ese familiar que se ausentó, esa presencia luego de tanta ausencia. “Antes de que me llamen les responderé, y antes de que terminen de hablar habrán sido atendidos” (Isaías 65:24) Y así fue como antes de terminar de preguntarme cómo iba a hacer, entendí que yo no iba a hacer nada, era Jesús que iba a hacer en mí, presentándose ante estas personas con encuentros realmente muy sencillos, compartiendo cómo estuvo la semana, un peinado, poniéndoles aceite de coco en el pelo, una canción, ayudando a coser alguna prenda o simplemente dándonos la mano y contemplando la naturaleza que rodea su casa. Y es tan significante para ellas y para mí estos encuentros, puedo definir este lugar como el que me enseña a escuchar, ya que todos hablan solo tamil, y mi vocabulario en este idioma es bastante reducido, en muchas ocasiones entiendo lo que dicen pero me cuesta responder con las palabras adecuadas, sin embargo basta responder una simple palabra, o decirlo con gestos y se puede continuar charlando y disfrutando de la mañana. ¿Y si esto no es gracia pura, qué es?
Foto: A Ponamma se le había roto su espejo, por lo que en nuestra última visita le llevamos uno nuevo para que no se olvide lo bella que es