J es un joven de 38 años que conocimos recientemente. En general, él tiene muchas reservas para hablar de su vida privada, a causa de los inconvenientes que ha tenido con la justicia. Sin embargo, en este poco tiempo que lo hemos visto, ha querido confiar en nosotros con todo su corazón. Sin que se lo pidamos, nos ha contado lo difícil que es para él la vida que lleva, como le quita el sueño y la paz. Como anhela un cambio, aunque no quiere deshonrar los caminos que su padre le ha enseñado. “Porque yo soy una buena persona”, repite todo el tiempo, aunque nosotros jamás tuvimos dudas de eso.
Él no cree que existan los amigos, nos dijo con mucha seguridad la primera vez que conversamos. Fue doloroso oír eso ¿Cómo puede alguien vivir sin amigos? Nos explicó que siempre las personas se le han acercado por interés y proponiéndoles hábitos no muy saludables.
Ese día nos invitó a compartir la merienda en su casa. Tenía una felicidad inmensa de poder recibirnos. No puedo olvidar su sonrisa contagiosa y sus enormes ojos ansiando que no termine ese momento. Hablar con él es fascinante, no da muchas vueltas para tocar temas vitales, con una profundidad que revela su búsqueda de la verdad. No pierde su sentido del humor y ante todo el respeto. Más allá que intente hacerse el misterioso, el único misterio es lo bello y transparente de su alma. Al finalizar esa misma tarde, para nuestra sorpresa y alegría, solo expresó con absoluta certeza: “ustedes son mis amigos”.
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