De Florencia Silvero, Cuba:
Roberto es un amigo que vive y sufre mucho la soledad, hace muchos años perdió a su hija en un accidente aéreo cuando ella apenas tenía 27 años, hace 3 años falleció su esposa, su único hijo ahora vive en Perú junto a su esposa e hijos. Y ahora Roberto por secuelas de su antiguo trabajo perdió la vista de un ojo y el otro no está a nada que le pase lo mismo. Pero a pesar de todo esto, Roberto trata de ser lo más independiente, pero obviamente tiene sus días donde se frustra y pierde toda esperanza y sufre en esa soledad.
Un día fuimos como comunidad a la casa, porque nos había pedido que fuéramos para que le pudiéramos leer la lectura del domingo, reflexionar un poco y rezar juntos. Como sorpresa llevamos la guitarra para cantar algunas canciones y alegrarle la tarde. Pasamos una hermosa tarde, y sé que Jesús más que nunca estuvo presente en medio de nosotros. Antes de irnos, Roberto se mostraba tan feliz y nos agradecía por haber estado un rato con él, y nos decía que no nos fuéramos, y realmente no quería irme, y era yo quien agradecía su amistad y su presencia en esta misión.
Ahora con todo esto de no poder visitar a los amigos, un llamado hace que estemos más cerca. Si supieran lo feliz que me hace escucharlo cuando lo llamo, y más aún cuando él llama, porque si, a pesar de su ceguera pone todo su esfuerzo para hacer esto, porque incluso le puede llevar toda la tarde marcar el número correcto, y al escuchar su voz hace que brote en mí una sonrisa que jamás había experimentado.
Roberto con su simple presencia hizo que cambiara mi mirada, está cambiando mi amor. Con él aprendo la importancia de la presencia del otro, que él me necesita como yo lo necesito a él y que ambos necesitamos del amor, la presencia y la amistad de Dios en nuestra vida.
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