De José Manuel Toibero, Perú:
Es un “niño eterno”, como lo llama su madre. Un joven del barrio que deja huellas en cada uno de los misioneros que pasan, por su forma de mostrarnos verdaderamente lo simple. Tiene una discapacidad intelectual que lo llevó a ser un poco aislado de la sociedad y por ende comunicarse de manera poco clara, pero de todas formas se las ingenia para hacerse entender. Sus palabras más frecuentes al venir en la casa son: “hola”; “agua”; “chau”, en ese orden. Fácilmente puedo atreverme a decir que viene todos los días a nuestra casa, en ocasiones para solo pedir su vaso de agua y se va.
Un día llegó a nuestra casa para pedir un vaso de agua, como estábamos rezando el rosario le dijimos que aguarde un momento. Al instante siguiente se sienta en uno de los bancos y comienza a rezar a su forma, diciendo algunas palabras del “Padre Nuestro”; “Ave María” y “Gloria”. En ese momento pude experimentar lo que el Señor me pedía en la oración que tanto me costaba, una oración sencilla y sin muchas vueltas, quedé sorprendido de la manera cómo Dios “toma” a los amigos como instrumento y es a través de ellos un maestro de lo simple de las cosas, de los momentos sencillos.
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