Eliana tuvo una vida muy dura porque perdió a su familia muy joven y llegó a Lima sin un lugar donde vivir y con una falta de amor inmensa. Ella trabaja mucho, camina por todos lados buscando cosas que se puedan reciclar para tener un poco más de dinero. Sufre de cáncer, tiene su tratamiento de quimioterapia y hace muy poco tuvo una operación, pero siempre que la veo trae consigo una gran sonrisa y trata de buscar el lado bueno a todas las cosas, aunque sea muy duro. El día de este almuerzo, ella compartió que estaba muy feliz de estar ahí, de todas las cosas que habíamos preparado porque nunca había tenido la oportunidad de vivir algo así y que, cuando le regalábamos alguna tarjeta, siempre la guardaba y los días en que estaba triste las miraba y pensaba: ¡Qué bonito, hay alguien que se acuerda de mí!, y la tristeza desaparecía. Al escuchar esas palabras, me di cuenta de que, para mí, el hacer una tarjeta o solo preparar un almuerzo tal vez no era tan importante, pero para nuestros amigos era algo grandioso. Gracias a Eliana, pude entender el valor de las pequeñas cosas y como esas cosas pueden ser tan bellas. Comprendí como algo sencillo se puede transformar en algo extraordinario.
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