Hace unos días tuve la noticia de que nuestro amigo Eduardo había sido dado de alta del hospital que visitamos cada semana y que se encontraba con su madre. Me emocioné mucho. Primero me dio una gran felicidad por él, y luego pensé que no tuve oportunidad de despedirme y felicitarlo. Me di cuenta de lo valiosas que son estas personas para mí. Ellas no son solo rostros o “locos” encerrados que vamos a visitar. Son unos grandes amigos, tienen nombres e historias. Su amistad es libre y totalmente desinteresada. A lo mejor no recuerdan nuestros nombres, pero sí nos reconocen y muchas veces se acuerdan hasta del país del cual venimos. Ellos nos esperan y siempre nos reciben contentos: conocerlos, es para mí un consuelo en el corazón.
Un consuelo para el corazón
Actualizado: 30 oct 2024
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